¿Cómo manejar la tristeza en Navidad y Año Nuevo?

Querido amigo,

Bienvenido a un nuevo episodio de Hay Más, un espacio dedicado a explorar la salud mental y el bienestar desde la perspectiva de alguien que lucha contra este tipo de desafíos, un espacio en el que buscamos recordar que hay más que el dolor, el sufrimiento y la enfermedad. Hay más que este momento. Hay una vida plena que te espera.

Te cuento que yo quise iniciar este podcast justo en la época de las fiestas de Navidad y año nuevo porque sé que para muchas personas pueden ser tiempos difíciles por distintos motivos.
En mi caso, desde hace varios años, empecé a sentirme rara en el último par de meses del año. Inicialmente, no entendía muy bien qué pasaba. Con el tiempo e investigando al respecto, creo que he podido entender bastante sobre por qué me siento mal llegada esta época y también he descubierto una manera efectiva de navegar mejor la situación. ¡Espero que esta experiencia pueda ayudarte a ti también!

Todo empezó hace al menos 7 años, probablemente más. Algo tan sencillo como sentir el viento fuerte rozando mi cara desencadenaba en mí una sensación que solo podía describir como “rara”. Es importante aclarar que en El Salvador no tenemos cuatro estaciones súper marcadas como en otros países. En los meses de octubre, noviembre y diciembre se van dando temperaturas un poco más frescas y vientos más fuertes. Eso es realmente lo único que podría decir que caracteriza a la época de las fiestas en términos de clima.

Entonces, como te decía, el sentir ese viento rozándome me generaba inmediatamente unas sensaciones corporales como las que tiene la ansiedad en mí, en particular esa sensación de que el estómago se te hace como un nudo. Pero no era puramente ansiedad lo que me provocaba el viento. Había otras cosas más que no podía identificar combinadas con esa ansiedad.

En lo personal, a mí me gusta mucho entender lo que está pasando. Me ayuda a estar más tranquila. Así que estar en esa incertidumbre ante esas emociones ambiguas me generaba mucha incomodidad. Y toda la situación era peor porque era algo que sentía que no podía detener. Simplemente era como si la presencia del viento fuerte le enviara automática e inmediatamente alguna señal a mi cerebro que yo no alcanzaba a interceptar o a leer.

Pasé un par de temporadas navideñas más simplemente haciendo lo mejor que podía con los efectos del viento en mí, tratando de distraerme y enfocarme en otras actividades en los momentos en los que más había viento. Pero cada vez me desesperaban más esos efectos que sentía en mí y comencé a analizar y a tratar de entender qué podría estar pasando.

Después de mucho trabajo de pensar e investigar a lo largo de varias temporadas de fiestas, creo que he llegado a conclusiones acertadas sobre este fenómeno del viento y yo.

En primer lugar, está el tema de los sentidos. Resulta que nuestros sentidos tienen una gran facilidad para traernos recuerdos a la mente. El más poderoso es el sentido del olfato, pero todos los demás pueden conectarnos rápidamente con un recuerdo: el olor de ciertas flores o especies, un perfume, el olor de algún plato de comida o su sabor.

Escuchar una melodía, una canción, una historia, un cuento, un versículo, cierta voz.

Ver un objeto específico como una casa, un carro, una prenda de vestir, un juguete, un rostro particular, cualquier cosa que tus ojos puedan percibir.

Sentir la lluvia, nieve, sol o viento en tu piel, el sentir ciertas texturas en tus manos.

Todas estas cosas pueden hacer que nuestro cerebro recuerde un evento específico que está asociado de alguna forma a esta sensación.

En mi caso, descubrí que el viento me recordaba fácilmente al día en el que se celebra la Navidad tradicionalmente en El Salvador que es en el día de su víspera, específicamente en la noche del 24 de diciembre. Es más, al menos entre mi familia y amigos es común sustituir la palabra “navidad” con “el 24” cuando nos referimos a la celebración que tendremos en familia. Ya en el mes de diciembre, para mí es usual escuchar preguntas como “¿dónde vas a pasar el 24?”.

En segundo lugar, ya sabiendo que el estímulo del viento traía a mi mente los famosos 24s de diciembre, me tuve que preguntar qué podría ser de esas fechas que ahora me causara una mezcla de emociones, incluyendo ansiedad. Y la verdad es que una vez decidí ponerle atención a esto y reflexionar, no fue muy difícil darme cuenta de que las navidades eran bastante diferentes cuando era pequeña comparado a los 24s de mi vida como adulta.

La principal diferencia la pude notar en el alto nivel de ilusión que yo tenía tanto el 24 como el 25 de diciembre cuando era pequeña. Desde hace muchos años los factores que contribuían a esta gran ilusión han ido cambiando o desapareciendo.

Para que puedas imaginártelo, te voy a describir cómo eran mis navidades cuando era niña.
Yo me visualizo como de unos 5 o 6 años al recordar esto. El 24 de diciembre era un día que se sentía mágico desde la noche anterior. La anticipación por que oscureciera y empezaran las actividades más emocionantes del 24 de diciembre era grande. Yo sabía lo que venía.
Me vestiría más formal como con algún vestido o traje especial. Me peinarían súper bien, seguramente con una cola bien apretada o dos colitas. Mis papás meterían cajas de plástico llenas de regalos envueltos en papeles brillantes y con chongas. Después nos montaríamos todos en el carro.

Probablemente iríamos primero a misa y después directo al lugar de la fiesta: la casa de mis primos de parte de papá.

Al llegar ahí el nivel de ilusión iba aumentando aún más. Entrábamos a la casa con todos nuestros regalos. Caminábamos a la sala en donde estaba el árbol de navidad y los poníamos ahí. Y tengo que aclarar que mi tía se encargaba de poner un árbol súper grande y muy bien decorado. Había muchas lucecitas, muchos adornos colgando, listones. Había lucecitas incluso en otras partes de la casa. Para mí era suficiente iluminación como para sentir como que toda la casa y todo mi alrededor estaban brillando con lucecitas amarillas, como un montón de luciérnagas alumbrando la oscuridad de la noche.

Había una variedad de galletas súper ricas hechas en casa, y en buenas cantidades como para comerte todas las que querías.

Estábamos todos los primos juntos como mínimo, ya que muchas otras veces había también otros niños con sus papás en algún momento de la fiesta.

Todos los niños estábamos a la expectativa de que empezara a lo que habíamos llegado de verdad. Lo que me había tenido despierta desde la noche anterior: sí, ¡los regalos!

Después de tanta planeación y tanta espera, la magia y la ilusión se acercaban a su cúspide cuando en medio de una súbita penumbra llegaba el mismísimo Santa Claus personalmente a visitarnos. Se sentaba en la sala y nos comenzaba a llamar uno por uno para entregarnos sus regalos. Nos conocía a todos los niños por nombre y sabía qué llamado hacernos antes de entregarnos nuestro regalo. ¡Recuerdo muy bien que una vez le tuve que prometer que ya no iba a pasarme a dormir a la cama de mis papás para poder obtener mi regalo a cambio de esa frágil promesa!

Y al irse Santa Claus en su trineo con sus renos que había dejado parqueado en el techo de la casa, empezaba la locura de darnos los regalos entre todos los miembros de la familia. Este era el momento en donde mis niveles de ilusión alcanzaban su máximo potencial. Romper el papel de regalo con las manos e ir descubriendo poco a poco qué se escondía detrás era increíble. Y tener en mis manos al fin ese juguete que tanto quería era como un sueño hecho realidad.

La mañana siguiente yo me levantaba como si no me hubiera desvelado para nada. Lista para jugar con mis nuevos juguetes. Solo verlos me causaba una gran ilusión. No se diga comenzar una interacción imaginaria entre mi nueva Stacie y su hermano Todd, ambos hermanos menores de Barbie, quienes estaban encantados con sus Happy Meals del McDonald’s.

Amigo, ¿quieres escuchar algo divertido en medio de toda esta remembranza? Te hago el paréntesis de que toda mi vida pensé que Stacie y Todd eran meseros del McDonald’s llevándole a algún cliente su comida. A mis 34 años, al preparar e investigar para este episodio, ¡me he dado cuenta de que Stacie y Todd tienen como 11 años! ¡Creo que no entendía de edades cuando recibí ese regalo! Pero de verdad, ¡busca esta edición de Stacie y de Todd en Google y dime si no parecen meseros! Sí, ya sé que en el McDonald’s no te llevan la comida a la mesa en una bandeja, pero de repente si pides del área del McCafé sí lo hacen. Bueno, no existía aquí en esa época el McCafé, pero igual, ¿por qué estarían vestidos así Stacie y Todd si no fueran empleados del McDonald’s?

Pero bueno, volviendo al tema, si pienso en los 24s de diciembre de mi infancia, veo la palabra “Navidad” escrita en un letrero con luces de neón súper brillantes y bonitas; veo brillantina y foquitos de luz amarilla flotando mágicamente en el aire. Es verdaderamente el evento del año.

Pero ahora como adulta, todo es tan diferente. Desde hace muchos años mis navidades dejaron de ser así como te conté.

Hay algunas personas que han fallecido. Hay muchas personas que viven fuera del país. Ninguna decoración festiva u objeto tiene el poder de crear en mí el nivel de ilusión de cuando era niña. Es más, desde hace mucho pido que me den dinero de regalo. Así puedo juntarlo y pensar bien en qué voy a usarlo. Podría terminar siendo algo tan aburrido para mí como un par de camisas y pantalones. Y, por cierto, el número de regalos que se recibe como adulto es mucho menor que cuando estás pequeño, lo cual honestamente no me ayuda.

En pocas palabras, la celebración familiar de navidad dejó de ser un evento mágico y de gran ilusión para mí.

Ahora, volviendo al viento. Analicemos qué podría estar pasando:

En una milésima de segundo mi piel siente el viento, mis oídos lo escuchan, mi cerebro lo conecta con las mágicas navidades de mi infancia. En la próxima milésima, mi mente mira este recuerdo y me transporta a ese ambiente de mucha ilusión. Y en la tercera milésima de segundo, mi mente lo compara con el presente de poca ilusión. ¿Y qué pasa? Hay alegría al revivir esos momentos súper felices, y también hay tristeza al ver que ya no están y que no hay forma de recrearlos. Simplemente se fueron.

Esto genera esa combinación agridulce de emociones de tristeza y placer, relacionadas a pensar en tiempos felices del pasado, que se conoce como nostalgia. Y a mí que me gusta entender qué está pasando, que tengo un pensamiento bastante rígido, tener mezclas de emociones me hace sentir desestabilizada.

Entonces, creo que, para protegerme, mi mente saltaba rápidamente por esa secuencia y yo, sin darme cuenta de qué había pasado en mi cabecita, simplemente terminaba con esta sensación de “emoción no identificada”, lo cual me llevaba a sentirme ansiosa.

Entonces, en respuesta a este segundo punto, ¿qué me causa ansiedad al recordar la época de Navidad? Yo concluyo que es esa ambigüedad de la nostalgia.

Llegar a estas dos conclusiones respecto a mi extraña respuesta al entrar en contacto con el viento, me hizo querer aprender más sobre la nostalgia y sobre qué podría hacer para sentirme mejor.

Investigando, me topé con una gran sorpresa.

La Dra. en psicología Krystine Batcho, profesora en la Le Moyne College de Syracuse, Nueva York en Estados Unidos, es una experta en la psicología de la nostalgia y ha estado estudiándola desde mediados de los 90.

Su investigación dice que la nostalgia cumple una variedad de funciones. Te dejaré un link en las notas del episodio por si deseas leer más. Pero te voy a comentar los dos aspectos que a mí más me llamaron la atención:

1. La investigación sostiene que la nostalgia es una emoción que unifica. Los seres humanos vamos cambiando a medida que vamos creciendo. La nostalgia, al motivarnos a recordar nuestro pasado, nos ayuda a recordar quienes hemos sido. Esto a su vez nos ayuda a unificar nuestro sentido de quienes somos y de nuestra identidad a través del tiempo.

2. La nostalgia nos ayuda a lidiar con el conflicto de que el paso del tiempo es irreversible y de que hay cosas que nunca vamos a poder recuperar. Esto lo hace al darnos la oportunidad de revisitar y revivir esos buenos momentos de nuestra vida.

Mi sorpresa fue entender que esa emoción que a mí me estaba generando tanta ansiedad por ser tan paradójica realmente podría estarme ayudando si yo me permitiera entrar en los lugares a los que me transporta.

Y cuando entendí esto y me abrí a la nostalgia que la Navidad me causa, siento que mi cerebro hizo unas conexiones que realmente me impactaron.

Esto tiene que ver principalmente con el hecho de que entre más he ido creciendo, más he ido recopilando episodios y experiencias desagradables, incómodas y dolorosas, épocas enteras de mucha oscuridad. Como consecuencia, me comenzó a pasar que yo no podía parar a pensar en mi historia porque se convertía en una reflexión que me generaba mucho sufrimiento. Todo lo que veía eran momentos dolorosos, y verlos en paquete, uno detrás de otro en esa especie de cortometraje de la historia de mi vida, era demasiado dolor para procesar para mí.

Este ejercicio de ver hacia atrás y ver un resumen de mi historia se convirtió en una de esas situaciones que podía hacerme sentir tanto sufrimiento que sentía una urgencia por desaparecer en ese mismo momento porque no podía con tanto dolor.

Yo sé que estoy hablándote en pasado, pero la verdad es que esto era así hasta hace un par de días. Pero al darme permiso de entrar en la emoción de la nostalgia que empecé a sentir en esta temporada navideña, pude recordar esos 24s de diciembre de cuando era pequeña, así como te los describí ahora. Y entonces me di cuenta de que mi historia personal no es toda oscura como yo la había estado percibiendo.

Esas navidades mágicas fueron reales y también son parte de mi historia, de mi identidad. Y eso me convierte en una persona que no tiene una historia completamente pintada de negro. Esos momentos son como brochazos de blanco en medio de la oscuridad. Y poder comenzar a visualizar mi historia personal de esa forma me ha dado un poquito de alivio.

El tema de cómo contamos nuestra historia personal alcanza para todo otro episodio. Yo a penas estoy aprendiendo de eso ahorita y sé que me va a tomar mucho tiempo, aprendizaje y práctica el poder llegar a construir una versión más acertada y saludable de mi historia personal. De todas formas, espero que este poquito que he aprendido en toda experiencia que te he contado te pueda ser útil.

¿Con qué te quiero dejar al final de este episodio, amigo?

1. Las emociones, ya sea placenteras o no placenteras, usualmente tienen un propósito para ayudarnos en nuestro bienestar. No dejes que pasen años antes de darle una mirada más profunda a alguna emoción que se te presenta constantemente y de tratar de descubrir qué es lo que está queriendo decirte o cómo puede ayudarte.

2. Es posible que en estas fiestas sientas tristeza por personas, mascotas, proyectos, objetos o situaciones que para ti eran muy importantes pero que ahora no están. Te animo a que intentes convertir esa tristeza en nostalgia. Es decir: a la tristeza de sentir esa falta, esa pérdida, agrégale el hacer un esfuerzo por recordar momentos felices, agradables, bonitos, relacionados a eso que ya no está. Solo tú conoces tu situación, así que cualquier esfuerzo que logres hacer en este sentido es algo por lo que deberías de sentirte orgulloso.

3. Finalmente, aprovecha todo lo que la nostalgia te puede ofrecer. Déjate que te transporte mentalmente a través de estos recuerdos que has encontrado, a esos momentos especiales. Permítete revivirlos y disfrutarlos. Esto te ayudará poco a poco a equilibrar tus emociones respecto a esa pérdida. También puedes apoyarte en esa nostalgia para apreciar tu propia historia y como eso que estás recordando la ha hecho mucho más luminosa y ha contribuido a ir construyendo tu propia identidad.

Y como un bonus, te tengo un punto número 4.
Si tú crees en Dios o te gustaría empezar a mejorar tu vida espiritual, te recomiendo que esta Navidad hagas un intento por conocer más sobre las devociones al Niño Jesús. El poder conectarte con Jesús en forma de un bebé, de un niñito, te puede ayudar a encontrar muchísima más dulzura y cercanía en esa relación que tú tengas con Jesús, con Dios, y te puede ayudar a encontrar también un consuelo y una compañía especial y diferente en estas épocas.

Bueno, llegamos al fin de este episodio, y quiero pedirte que, si te gustó o ayudó, que dejes un comentario, que sigas al podcast y que dejes una reseña. Te lo voy a agradecer mucho ya que con esto contribuyes a la calidad del contenido y a que más personas puedan descubrirlo.

¡Gracias por estar aquí! Nos vemos en el próximo episodio. ¡Y ánimo! ¡Porque siempre hay más!

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